miércoles, junio 18, 2014

La Casona





Camino por la ciudad, en extraña sensación de desasosiego. Extraña porque no la reconozco mía; algo que se me impone, como si actuara sobre mí, aunque no pueda reconocer lo de mí mientras camino con desasosiego. Cabizbajo. Profundamente melancólico, como pez muerto que danzara por aguas de otras vidas, de otros peces. Entre personas, por calles de cemento gris medio pálido, uniforme. La ciudad fluye a mí alrededor con adolescentes por doquier. Generaciones enteras sin padres vueltos a la calle. Desperdigados vástagos unidos por azar o fortuna. El resto de personas que follejan el fondo transitan fugadas de cualquier diferenciación, manchas acuareladas en movimiento de pieles y ropa.

Y camino. Circulo. Trato de perderme pero no puedo, no sé por qué. así que miro mis pasos. 
abajo. El mundo, con sus adolescentes y fantasmas es indiferente. Para cuando me doy cuenta, ya entré en una casona del centro. Colonial, con grandes patios  interiores; salas con techos abiertos, parras por todas partes; un hermoso juego de luces y sombras por dentro de la casona. El uso de la casona está a medio camino entre restorán de comida típica y un museo vivo.

Entro por una puerta que siempre está abierta, por un pasillo oscuro de adobe, de frío exquisito, hacia la nave principal de la casa. Allí hay una señora que me saluda cordialmente, demasiado familiarmente, entro para pasearme por los pasillos de la casona; aquí es donde quería perderme, entre la parra, los pasillos largos, las salas amplias, la gente que almuerza... "mire esta foto", me dice la señora de la entrada, "este es mi padre, como le dije antes, aquí está cuando empezó a arreglar la casa". ¿Estuve antes aquí?, ¿hace cuánto tiempo?, ¿por qué me muestra sus fotos? tengo la vaga sensación de recuerdos inevocables. Como si estuviera apunto de ocurrir algo que sin pasarme es ya mi pasado. Tomo la foto y miro el rostro de un señor de bigote corto, peinado al limón, sonriente, a la entrada de esta casa antes que fuera casona. La ligereza de ropa y del ánimo en su prisa casual me da la sensación de un día domingo. ¿Quien sacó la foto?, pregunto. “No estoy segura, porque nosotros nunca hemos tenido cámaras. Mi papa guardó estas fotos, parecían importantes para él... (sigue hablando)” sí, claro, le respondo, mientras miro alrededor la maravilla de la casa, infinitamente grande en un espacio limitado sólo por la razón. se abre una mesa larga y comienzan a llegar los hermanos de la señora. "Este es el joven que hará las fotos", les dice a sus hermanos, quienes me saludan en orden, y que voy reconociendo por las fotos que vi siendo ellos unos niños, y que aún ahora se les podía distinguir por los rasgos únicos que resitiron el tiempo. Me saludan cordialmente. Por un momento soy consciente de la historia de la casa, escucho como se ha construido; el agua de la sequia, el barro mezclándose, el adobe, las tablas y sus clavos, la poda de las parras, los niños corriendo por los pasillos, escondiéndose en clóset y baúles, los ladrillos, los terremotos y las camas de colchón de pluma. Las mañanas de té y cedrón con pan amasado caliente y mantequilla. Las tardes largas, sentado afuera en alguna piedra esperando cualquier cosa. Las noches colmadas de estrellas. Y los hijos que crecen, que se despiden, que se van y que vuelven. La casa que se construye como un sueño, con el sueño del padre que hoy miro dormido. Y ahora recuerdo, ya estuve en esta casa. son todas las casas en las que he estado. Es mi memoria de ellas. Es el campo arquetípico de mis casas del campo. Columnas blancas y muros rojos. Vigas al aire de techos altos. El suelo traqueteante de piedras.

Camino por dentro, veo grandes comedores y comensales sentados por todas partes. Un restorán inmenso, en un jardín infinito. Algunos comen en grupo, otros beben café mientras leen el diario, otros discuten sobre las apuestas de la carrera del día. Veo personas de diferentes épocas conviviendo juntos. Se pasan servilletas, condimentos. Quienes atienden andan con pantalones y suspensores de cuero tomados con botones sobre camisas de lino. Campesinos. Parientes de parientes. Se pasean por el laberinto de mesas. Me siento a observar... 

Al rato un joven me trae una bebida "cortesía de la casa", me dice y se va.