domingo, septiembre 13, 2009

En Secreto


De: "Caballos Desbocados"
Yukio Mushima.

-¿Quisiera su Señoría subir a la montaña?- le preguntó. Naturalmente, los visitantes ordinarios no tienen autorización para llegar más allá de cierto límite. Más allá del este, el paso sólo se les permite a los devotos de nuestro santuario que han mostrado especial constancia y fidelidad por muchos años. Pentrar más allá del límite es, ciertamente, una solemne experiencia. Los caballeros que han llegado a rezar en la cumbre han manisfestado haber sentido la prescencia terrible del misterio.
A Honda sólo le interesaban los misterios que podían manifestarse a la clara luz del día: si algún misterio era capaz de imponerse a través de la luz, gustosamente lo declararía como tal. Los fenómenos milagrosos, los que no muestran vinculos con la realidad, apenas suelen contener una existencia sombría y dudosa. En cambio el misterio que es capaz de seguir siéndolo bajo el implacable brillar del sol será siempre un misterio digno de ocupar un sitio entre los conceptos claramente conocidos. Honda se sentía dispuesto a darle un lugar en su mundo.




La atmósfera que allí reinaba era tan tranquila, que hizo pensar a Honda que el violento dios reverenciado había ido ganando serenidad con el paso del tiempo.
Tras haber escalado un corto tramo, Honda pudo ver la zona prohibida. Dentro de esta zona, los árboles, los helechos, la espesura de los bambúes y también el sol que por todas partes estaba presente parecían, por lo menos para Honda, crear un clima de pureza y solemnidad. El fresco color de la tierra se extendía entre las raíces de los cedros. A cierta altura, su guía le mostró un hoyo, diciéndole que por allí un oso había estado escarbando. Honda pensó enseguida en los cuentos que oyera de pequeño, en los cuales se decía que el oso puede asumir muchas a variadas apariencias.




Desde allí, el sendero llevaba en línea recta a la cumbre. Aquel tramo era sin duda, el más duro de la escalada. En ciertas zonas la senda estaba borrada y los dos hombres debían asisrse a las salientes de la roca o asegurar los pies en las raíces de los grandes árboles para cruzar parajes en que la roca presentaba obstáculos que era presciso franquear. Honda estaba ya empapado de sudor y jadeaba. Era aquella larga mortificación la que deparaba la fuerza, suponía Honda, preparando al hombre para el misterio al que se aproximaba. Tal era, realmente, una ley divina.




La roca se había fundido con la roca para formar aquella masa que ahora aparecía quebrada y aplastada. Debajo, más roca se extendía en una amplia y plana superficie en declive. Más que una tranquila sede de los dioses, la escena daba la impresión de ser el resultado de una batalla o de algo increiblemente terrible. Aunque, por cierto, todo lugar visitado por los dioses posiblemente sufra una transformación de ese género.



De pronto, Honda recordó otros tiempos. Tal vez aquel terreno y aquella altura fueran causa del recuerdo. Rememoró su escalada por las montañas que estaban detrás de Chung-Nan Villa, en Kamakura, cierto día de verano, diecinueve años atrás. Habían llegado a una altura desde la cual se podía divisar a distancia el gran Buda de Kamakura a través de los árboles. Kiyoaki y él habían intercambiado divertidas miradas a costa de los dos príncipes siameses, quienes se había rrodillado reverentemente en cuanto alcanzaron a ver al Buda. Honda nunca había sentido desde entonces inclinación por burlarse de semejante actitud.
En los intervalos que dejaban dos rachas de brisa, el silencio se enseñoreaba del lugar. El oído de Honda captó el zumbido de un tábano industrioso.



-¿Quisiera Su Señoría aprovechar la oportunidad para practicar la purificación por las aguas?-dijo el guía.
- No estaría bien que me bañase ¿verdad?
- Al contrario, señor. Cuando el agua de la cascada golpea a un hombre, aclara su cabeza. Eso es, precisamente, lo que transforma la prueba en una experiencia religiosa. No debe usted preocuparse.
Honda advirtió que habían allí dos o tres túnicas kendo que colgaban de unos clavos. Había sido precedidos por otras personas.
- Han de ser lo estudiantes que asistieron a los enfrentamientos esta mañana, señor. Tendrán que hacer las ofrendas de las lilas y se les ha ordenado venir aquí para purificase.
Honda se quitó la ropa, quedando en calzoncillos. Así ataviado se encaminó a la puerta que daba a la casacada. A un costado del lugar en que el agua caía podía verse una gruta, donde se encontraba un pequeño altar dedicado al fornido Dios del Fuego. Los helechos, las florecillas salvajes y los sakaki, todos ellos salpicados por las aguas, crecían por doquier en la semipenumbra que se extendía a sus pies. La pesadumbre de aquélla visión sólo resultaba aliviada por la blanca espuma que formaban las aguas al desplomarse. El sonido del choque se esparcía en ecos roncos por los muros rocosos que rodeaban el lecho de la cascada.
Cuando uno de los muchachos vio a Honda, hizo señas a sus compañeros y todos retrocedieron, haciendo reverencias que indicaban que le dejaban el sitio. Fue entonces cuando Honda vió entre ellos al joven Iinuma.
Honda se dirigió al lugar donde caía el agua; pero ésta golpeó la parte superior de su cuerpo con tal fuerza, que tuvo que apartárse rápidamente. El joven Iinuma, riendo con alegría, llegó hasta donde él estaba y, levantando ambos brazos para mostra a Honda la manera de aminorar el choque del agua, se colocó bajo ella. Permanció así durante unos momentos, cortando con la punta de sus dedos el chorro o abriendo las manos bajo él, como si sostuviera una pesada cesta de flores. Luego se volvío a Honda y sonrió.
Honda recordó las palabra de Kiyoaki cuando agonizaba:
- Te veré de nuevo. Lo sé. Bajo la cascada.

viernes, julio 10, 2009

Dia 2


(-Qué, ¿no te quedas?
-No. Estoy cansado. Mi sistema de visión son los ojos. Uso los oídos para oír y la boca para hablar. Me parecen sistemas separados. Sin unión. Deberíamos sentirnos uno, pero me siento como varias personas.
-Hablas demasiado. Estoy harta de escucharte.
-Hablo demasiado. Los hombres solitarios siempre hablan mucho).

Pierrot le fou


Al otro día despierto temprano, el ansia me despertó antes.

Tuve un sueño anoche, algo sobre la criatura que aún duerme cerca de mí, algo sobre mi horror… el problema, (me he dado cuenta) es que durante mis sueños suelo mantener activas algunas de mis facultades de interpretación pero no sé cuales; es decir, sé que sueño y que muchas veces soy capaz de entender porqué estoy soñando lo que sueño, pero, una vez despierto, tanto sueño como comprensión del sueño me saben a una misma cosa Así que mi papel en el sueño no sé si proviene de mi consciencia que se rehúsa a dormir cuando sueño, o es mi propio sueño manifestándose hacia mi consciencia que duerme, sin la cual no me sería posible saber ni recordar qué sueño todas las noches. Así que, no puedo saber si el contenido es alguna clase de advertencia o es sólo una respuesta de mi consciencia alterada que se defiende de las vibraciones del lugar en el que me encuentro.

Por lo general este esquema me alivia la tensión cuando no entiendo mis sueños y me permite seguir durmiendo. Pero no esta noche, no donde me encuentro. Desperté del sueño y el ansia no me deja volver a él. Doy vueltas dentro de mi saco de dormir, escucho a la criatura roncar cen alguna parte, siento el frío de la montaña, siento que las horas pasan, avanzan y no puedo dormir; el ansia, el ansia de quien se sabe a punto de encontrar… (...) bueno supongo que en un par de horas más lo sabré.

(Por lo general este esquema me alivia la tensión y me permite volver a dormir…, por lo general este esquema me alivia la tensión y puedo volver a dormir…, por lo general este esquema me alivia la tensión y ahora a dormir!… maldición!)

Ya que me es imposible volver a dormir, supongo que lo mejor que puedo hacer es levantarme a esperar el amanecer (le debe faltar poco) y arreglar el equipo para nuestro segundo y definitivo día de expedición. Salgo de la carpa, me preparo un café. Tal y como acordamos con la criatura hace un rato, esta vez viajamos livianos, con el equipaje del perro. Todo lo que habíamos traído junto a los preparativos sólo nos atornilló más a la realidad, y lo que buscamos…, bueno simplemente no lo encontraríamos de esa forma. Así que, mientras me tomo este café, me doy cuenta de que prácticamente estoy listo. De hecho, ya lo estaba cuando el sueño me despertó. (¿Ya sabía esto? ¿o sólo ahora en retrospectiva me parece que así fue? Demonios!, ¿cómo sé cuáles son mis propios pensamientos?).

A ver, vayamos a los hechos. Porque, finalmente ¿qué es un hecho?. Quiero pensar que un hecho es todo aquello que sostiene mi subjetividad, la materia oscura que sostiene mis actos con mis recuerdos, y a pesar que toda mi vida podría estar inventándola, podría no existir propiamente si no fuera por los hechos que la justifican. Como el hecho de tener padres me impide concebir que pueda ser algo distinto e impensable además de mí mismo, o como el hecho de poseer carne y esqueleto, así como el hecho de que escribo cada palabra que leo. Pero entonces, ¿porqué sigo dudando? ¿es un hecho el existir? (lo dudo) ¿es un hecho estar aquí ahora mismo?; vayamos a los hechos, decía:
Es un hecho, el que yo y la criatura que aún duerme, nos encontremos en un cerro del Planeta Cielo donde (es un hecho), no hay nadie más. Es un hecho también que aún es de noche cuando mi reloj me indica que ya debería ser de día… De hecho, ahora mismo podría agregar detalles de hechos que van más allá de lo que escribo en este presente, porque sé qué es lo que ocurre (ocurrió y ocurrirá) sé cómo termina todo esto. Por ejemplo, sé que la Llave funcionó y que viajamos por dimensiones paralelas, sé que con la criatura tomamos caminos distintos, y sé que de algún modo la criatura está muerta. Aunque puede pensarse que ninguno de estos detalles sea un hecho como tal porque, en este otro presente (el de mi consciencia que escribe), nada de esto ha ocurrido realmente aún, sin embargo, los hechos suceden aun cuando creamos que todavía no ocurren.

“Guau!, mira la hora que es, y aún es de noche!, mmmh que onda?. Que raro es cuándo no se tiene noción del tiempo, aunque en realidad puede que el tiempo sea una suerte de burbuja de detergente que nos va rodeando… en algún momento podría estallar, pero siempre hay otra Debo despertarlo!. Wn, despierta, es de noche!”.

“¡Aah” –bosteza, está vivo. “Que wea?” -habla comprensiblemente, despertó en esta dimensión. “Qué xuxa!!?” -mientras me agarra por el cuello enfurecido como si mi explicación sobre el tiempo y la noche le hubiera de alguna forma ofendido, se levanta y me grita algo que no entiendo cuando me suelta para salir a comprobar por él mismo qué le ha ocurrido al tiempo, jaja es divertido verle enojar.

“Está vivo loko, el tiempo está vivo. Dónde estamos?, seguimos en la montaña?, en el planeta?” …mmmh ahora que lo pienso, recuerdo una vez quedamos de juntarnos en cierto lugar y la criatura no se presentó; no me creyó a pesar de haberle mandado por escrito una invitación para confirmar su visita, aunque es más probable que realmente no hubiese querido que fuera. No, sí quería que fuera; ¿puede entonces que yo hubiera sobreestimado sus ganas de ir cuando alguien lo invitara?, porque en definitiva, y aunque no fue una invitación, nos recibió, a otros y a mi, cierta otra vez, como si nos hubiera invitado aunque ninguno de nosotros se hubiese dado cuenta. Quizás él tampoco lo sabe.

“Guau!, tienes razón” –me dijo. “No tengo idea de lo que trataste de decir pero entiendo perfectamente a qué te refieres” –dijo mientras se servía una taza de café dándome la espalda y buscando un cigarro. No tengo tiempo de contarle el sueño, pero algo me dice que él tampoco quiere contarme el suyo. Algo en la manera de prender el cigarro y fumarlo y botar el humo y tomar café y volver a fumar y mirar hacia otro lado y no hablarme hasta que se le borre el sueño de la cabeza me lo dice. “Weón” –bota el humo suspirando. “No sé cómo, ni cuando, pero todo parece indicar que estamos en el mismo lugar que ayer y no en otro. Quiero decir, que la Llave funcionó; estamos en de la realidad, no en la realidad”.

“Jajajaja!” –explotamos en risas, bailes y cánticos de celebración mientras el mundo se sacude en vibraciones magnéticas que nos llegan como cosquillas a través de sentidos que asombrosamente siempre estuvieron con nosotros sin darnos cuenta, Ay! Razón, ¿qué habías hecho con nosotros?, ahora me pareces tan infantil como la palabra, tan innecesaria como la reflexión, siento un poco de lástima por mi mente tan llena de residuos y basura … ¿cómo le digo a mi cerebro que puedo caminar por sobre las palabras en vez de hablarlas Mi mente es una gigantesca bóveda tan oscura como esta noche, aunque más grande que el planeta mismo (lo sé porque si puedo ver/escuchar a la Tierra respirando es porque puedo envolverla yo también a ella)), con la capacidad física y tangible de malearla con lo que pienso. Seguimos riendo –mientras secretamente en nuestras cabezas (aún eran nuestras en aquel momento) empieza a abrirse una puerta por la que saldrá disparado hacia el espacio exterior todo nuestro ego. Y mientras reímos nuestro abrazo nos transforma en una nueva entidad individual binuclear y nos vemos como una pelota uniforme que salta y ríe. Dejamos de reír. Nos separamos un poco para mirarnos en silencio. Pensamos en el porqué a ciertos perros les gusta jugar con la pelota, perseguirla mientras rebota… Jajajajaja!!!! –volvemos a explotar.

Así es como sin maletas ni mapas emprendimos el viaje. En un principio es caótico elegir el lugar hacia dónde llevar nuestros pasos ya que la distancia como tal no existe y la elección de una dirección… bueno, simplemente es absurda. Así fue como llegamos nuevamente a la Meseta. En un momento en un lugar y dentro de ése lugar hay otro. Ya en la Meseta la extensión de cada uno de nuestros yoes se disolvió completamente con todo, lo que pillaba; el viento, las piedras, la luz y a ratos con el vacío. No es que necesariamente uno desaparezca, es como si uno se pareciera al entorno. El juego de las escondidas cobra cualitativamente un interés especial. Mientras admirábamos estupefactos la finitud del universo mirando hacia el cielo que nacía por veces, y se repetía a cada evocación, contemplábamos la infinitud de nuestra mente proyectada hacia el cosmos sin que éste nos devolviera la mirada. Da miedo, mucho miedo pesar el abismo dentro de uno. Lo bueno –pienso, mientras miro a la criatura que yace en el pasto, ambos de bruces tirados en el suelo, le digo: “Menos mal, que estamos en un campo abierto, sino sería terrible ver como colisiona nuestra proyección contra los muros de la ciudad”.

“Vámonos?” –me sugiere la criatura. “¿Te gustaría ir a otras dimensiones?”, (Qué noble es la intención de preguntar. Aún cuando la pregunta no tiene ningún valor, tiene la capacidad de fijar la atención en un minúsculo punto convirtiendo lo diluido en un pequeño núcleo gravitacional que puede orbitar hacia donde uno quiera para volverlo a diluir allí donde se imaginó. Y es que el océano es también una gota de agua).

jueves, junio 25, 2009

MJ


Amigos míos. Tranquilos, Michael había muerto ya hace mucho tiempo.
Este paso es sólo una demostración de su humanidad, asi que no se dude de su humanidad. Ahora puede decirse sobre él lo que se quiera, total está muerto. El resto es especulación.

El problema inmediato es el siguiente, ¿qué harémos cuando nos acabemos de dar cuenta que, no tenemos nuevas imágenes de él?. Michael continuará apareciendo siempre por algún medio, ¡pero sin imágenes nuevas!, pasará el tiempo y el movimiento habrá cesado por completo, una imágen hablándonos sin poder escucharnos... nah.... a veces me pregunto; cuánto tiempo estuvo Michael luchando por ser Michael, ¿quién habrá ganado?, una cosa es segura; los dos están muertos.

¿Han podido escuchar los ruidos que hace cuando canta? (la letra de los temas, simplemente déjenla que se pierda, la voz de Michael es imposible ponerla en palabras) es una wea increible. La forma que tenía Michael para decir o expresar su ser es tan gigantesca que da miedo. Imagino un tipo bailando encima de un ojo enorme (el de todos nosotros juntos), sin pestaña mirándolo fijo, mientras un cuerpo envejece dentro de la máscara.
Hay algunas personas que creen que las cámaras fotográficas pueden quitar el alma de una persona. Puede que una o diez o cien no hagan nada; pero ¿cuántas tendrá Michael?.
Aunque uno siempre anda buscando coincidencias triviales sobre la muerte, me gusta pensar que el hecho que sus supuestos conciertos en Londres quedaran inconclusos, se relacione con la imagen de un escenario por siempre expectante a su entrada. Un escenario ahora vacío.

Creo que gran parte de lo que es Michael (sino es que no todo) se puede observar en la canción Ben. Una cancíon (sino la única canción de él, además de Leave me alone) a la que se puede poner atención a la letra. Divide la vida de Michael, al igual que en todas las grandes obras, en tres movimientos. Pienso que a esta fea rata a quien le canta, su mascota, su primer amigo, no es sólo un animal con en el que pudiera sentirse identificado, es él mismo. Su voz, le canta a un otro, solo que allí no hay nadie. Es una dedicatoria a quien la escuche. Pero ahí no nadie más que él.
Las ratas podrían estar en cualquier parte del mundo, reproduciéndose hacia el infinito, viviendo con cada uno de nosotros y superados en número. Pero a ninguna rata le está permitido vivir demasiado cerca de los humanos... el resto, como dicen, es historia.

Ben, the two of us need look no more
We both found what we were looking for
With a friend to call my own I'll never be alone
And you, my friend, will see
You've got a friend in me

Este primer acto marca el inicio de todo el viaje, Michael se entera de que ya para siempre será otro, que ha de transformarse en algo que nadie se ha atrevido, y de que acepta (embrace) su destino. Michael nunca necesitó nada, no buscó nada, no tenía ningún propósito en la vida más que ser Michael Jackson, y con eso se tenía a sí mismo, su amigo (traten de imaginarse sólo un instante como sería intentar guardarse dentro de sus delicados yoes a un Michael Jackson). Si hubiera querido hacer, buscar, o tener algo, estoy seguro de que lo hubiera conseguido. ¿Qué se acabara el hambre en África?, fácil. ¿La cura al cáncer?, no hay problema. Simplemente se dedicó a ser Michael Jackson. ¡¿Qué hacen los periodistas hablándonos sobre él?!, filósofos, biólogos, antropólogos, científicos podrían decirnos algo que no sepamos ya de él. Pienso que no necesitamos al eslabón perdido de Darwin para comprobar la teoría de la evolución, Michael es prueba de ello.

Ben, you're always running here and there
You feel you're not wanted anywhere
If you ever look behind
And don't like what you find
There's one thing you should know You've got a place to go

Este es su segundo acto. Estrofa que cambia de tono, sube a uno más macabro, avanza hacia el lado oscuro de la realidad. Pienso que resume gran parte del conflicto de nuestro héroe
. Un viaje marcado por los extremos, del cielo al infierno, gloria y decadencia, su malestar y su exposición pública con los niños, sus temores, sus fantasías, su excentricidad, su ego, siempre corriendo a todos lados, sin llegar nunca a ninguno. Dice además que en su viaje llegará un punto de no retorno, y que no habrá nunca más para él un lugar entre los humanos, que no se puede arrepentir de su camino, no hay marcha atrás. El mundo puede ser un lugar terrible, pero siempre puedes tener Neverland.

I used to say "I" and "me"
Now it's "us", now it's "we"
I used to say "I" and "me"
Now it's "us", now it's "we"

Bueno el coro habla por sí mismo.

Ben, most people would turn you away
I don't listen to a word they say

They don't see you as I do
I wish they would try to
I'm sure they'd think again If they had a friend like Ben
(a friend) Like Ben
(like Ben) Like Ben

Ultimo acto. La estrofa vuelve al tono inicial para terminar. El desenlace de su historia inconclusa, el final es tautológico, gira en espiral hacia el fin de su mundo, el medio audiovisual. El desenlace lo conocemos todos. Hay personas que lo quieren y otros que no, que no lo aceptan. Se dice a sí mismo que no ven lo que él ve. Y que para poder entenderlo tendrían que ser como él, y eso algo imposible. No hay dos como Michael, (quizás) ni siquiera él mismo. Pero él se tiene como amigo, tuvo el valor de meterse en su yo un ego como el de Michael, se entregó a su amigo, dió la vida por convertirse, morir y prevalecer como Michael Jackson.

viernes, mayo 08, 2009

Caramel Macchiato (parte II)

El tipo del libro espera su turno en la fila sin saber que pedirá, detrás de la pareja de abuelos, y detrás de David. Mira los cientos de combinaciones posibles para su futuro café, escuchando lo que los demás ordenan, creyéndolas todas buenas opciones. Resolvió de antemano de que si llagaba su turno y aún no se decidía, pediría lo mismo que el último que ordenara sin importarle qué fuera, con tal que el tiempo de indecisión, luego que Jenifer le dijera: "¡Hola!, ¿Cómo te llamas? y ¿qué deseas?"..., no fuera lo suficientemente extenso como para evidenciar lo inadaptado que era socialmente, en cuyo caso balbusearía y compraría cualquier cosa -hasta el muffin descompuesto- y se iría a cualquier parte lejos de allí para no volver nunca. De pronto, sin haberse dado cuenta, más adelante en la fila se le apareció, cual Mefistófeles a Fausto, una mujer que le daba una perfecta espalda y que, gracias a que traía el pelo tomado sobre el cuello, podía verle desnuda. Desnuda tan sólo de una polera abierta hasta los hombros que desnudaba sutilmente su hombro izquierdo y todo el largo de su cuello. Y es que a veces la desnudez más sensual se logra en la mezcla exacta entre ropa y desnudez. Las personas desaparecieron junto con los ruidos, los olores, los colores y el resto de cosas, dejándola sola, a ella de pie, de espalda e inmóvil, plantada ahí en medio de la nada. La vio hermosa. Se le hizo urgente conocer dos cosas para tranquilizar su exaltado ánimo: su nombre y su rostro. Lo primero, para sintetizar en un concepto el cúmulo de sensaciones que se le dispersaban en su alma para luego, en la gran biblioteca del recuerdo, tomar aquel libro cuyo nombre podría evocar esta maravillosa sensación; cada vez que estuviera a punto de dormir, acariciaría la imágen de él besándola inagotablemente en algún improbable futuro. Lo segundo, para que su nombre tuviera sustancia material a la cual poder anclar su subjetividad y su recuerdo con la promesa de no olvidarla jamás, como jurara antes también con miles de de otros rostros fugaces de muchachas ya olvidadas -o quizás, nunca recordadas apropiadamente- a las que jamás les supo sus nombres.

En ese momento fue el turno de ella, y antes de que pidiera su orden él sabía que le preguntarían su nombre y pensó nuevamente: “Que suerte estar en un café donde justo a uno le preguntan el nombre”. Aunque poco sabía él que mientras más alto crece su esperanza en acontecimientos futuros y fortuitos más duro caen al suelo caótico el azar de la decepción del presente.
Lo único que debía hacer era escuchar. Deseó fuertemente no quedar sordo por algún gen recesivo que tuviera su estirpe y que se le manifestara justo ahí sin aviso, o que dios incluso no lo privara del don de la audición sólo por haberle dado la gana de castigar alguien justo ése día -martes con lluvia-. Dejando de lado estas supersticiones, tomó la precaución de fijar toda su atención en el espacio que había entre la mujer de espladas y Jenifer. Pero, al intento de aumentar su percepción auditiva, proporcionalmente aumentaron también todos lo demás ruidos: la máquina del espresso hirviendo vapor, una de las dos jugueras que bate la mezcla del café y crema, las voces de la demás gente, el traprero con el que David limpiaba el suelo, el paso del mundo, sus propios latidos cardiacos… creyó incluso escuchar la respiración atorada de una hormiga que se cruzaba por la nube de humo del último cigarro que prometió fumar la Sra. Delaila sentada incómodamente sobre sus hemorroides en el sofá del segundo piso. Gran decepción tuvo porque no pudo entender palabra en esta batahola de ruidos dispersos. Vio que anotaron el nombre de ella en un vaso plástico y que ahora tomarían su pedido. Su estado de decepción hizo volver los ruidos ambientales a su intensidad original y con ello -y accidentamente- logró escuchar la orden que pedió -último vestigio de un deseo sin nombre- que cinceló en su memoria como si hubiese escuchado su nombre: Caramel Macchiato, había dicho ella.

martes, abril 14, 2009

Cementerio

Esta es una palabra que he visto nacer, en la imaginación práctica, fuera de los lindes del habla, allá donde soñamos...


Viajo en un vehículo rojo dirección Este. No sé si era un auto o una micro. La carrocería era grande en su apariencia externa pero su interior era privado como en los autos pequeños; un techo a pelos de distancia y un aire enrarecido, seguramente por la mala circulación del mismo en un espacio tan pequeño. Allí iba, entre pasajero y copiloto, en el asiento de atrás, junto a compañeros invisibles, amigos que nunca he conocido, ni los recuerdo siquiera (tanto, que no debería nombrarlos - pero, a pesar de ello allí también estaban-), mirando hacia afuera, viendo lo estático diluirse en lo continuo, fluidificaciones de la forma que pareciera mirarse tras un espejo imposible; yo, que viajo ante lo estático y lo diluido, y aquello estático que me diluye hacia lo continuo; colores en los muros, los árboles, el pavimento, el pasto y el cielo, todo cobra una uniformidad promedio, una masa indescriptible, precipitándose a velocidad en aumento. Luego recordé, como si ya hubiera soñado esto , que había continuado este camino a pie. Así que bajé del vehículo y seguí a pie por el camino recto hacia el Este. La velocidad no se detuvo. Seguía diluido en ella, acuarelado. Corriendo tan rápido que ya no corría, sólo me desplazaba. Perdí total forma corpórea, era lo mismo que una pintura en la muralla en velocidad; con pigmentos propios sí, pero dentro de la masa indescriptible que observé antes; efluvios de algo muy parecido a nada.

Viajé muy rápido, vi colores gruesos, redondos, que se atravesaban en mi camino como si la luz se detuviera, como si cayera al suelo en pequeños círculos grandes. Subí por una calle empinada, mientras volvía poco poco a tomar forma, mí forma, y mi alrededor también lo hacía; noté que eran techos de casas; humildes, miserables, patéticas, absurdas, irreconocibles, extrañas, abandonadas, antiguas, terribles, maquetas, proyectos, casi verosímiles, fantasmales. La velocidad disminuye, o soy quien parece alcanzarla.

Como dije, sin haber pronunciado nada, el Sol sólo iluminaba. La temperatura no existía aunque diera una fuerte impresión de lo contrario; el lugar era realmente algo muy parecido a un día muy soleado. El lugar, se extendía abandonado, tanto, que de hecho no me parece apropiado llamarlo lugar. Allí vagué, en aquél segundo análisis, caminando por pensamientos sobre qué era lo que ahí estaba haciendo y porqué. No escuché al gato que me llamó y decidí rápidamente seguirlo, supongo, a algún lugar. Salí desde un abandonado patio hacia una abandonada calle, miré y vi su todo vacío, vaciado. Lo más cercano a la nada de lo que he estado. Porque de haber nada no podría saberlo, no tendría cómo medirlo. Habían cosas; una calle, el día, lo caluroso, pero mientras más cosas más vaciado crecía el mundo. Me encontré al final de una calle que salía al final de otras calles que desembocaban todas en esta esquina, nunca la soledad me había sido tan densa y espesa, se la podía respirar como al humo, se me pegaba en la piel como el sudor seco y húmedo del más insoportable verano mientras se delira con hipertiroidismo. Me sentí rodeado por algo más anciano que el tiempo, como frente a un cuaderno en blanco antes de inventar la escritura. Como estar entre las patas de los elefantes de Dalí, allá abajo muy abajo de las cosas que existen y que se sostienen frágiles sobre el vacío. Tan grande y pesado era que, con mi presencia apenas podía soportalo, tan ínfima, que creí desaparecerme.

Entonces tuve que andar más a prisa para llegar a algún lugar. Pero esta no presencia se estaba apoderando de la mía, y tuve que moverme con toda la fuerza que tenía; era como si estuviera en la profundidad del mar y el océano completo fuera esta soledad que me aprisionaba (y es que no conozco nada más vasto). Mientras corría tras el felino logré hacerme preguntas sin respuestas.

De pronto, entre el vector de las luces y sombras, el gato entró a una casa; dentro, y aún invisible, noté que detrás de una puerta entreabierta podía olfatear el rastro de la gatuna presencia recién movida (fácil percepción cuando no hay nada). Sintiendo ya el fnal de este principio me precipité dentro y no fijé en detalle alguno, sabiendo que lo que vería serían cosas que emanaban no presencia vigilante omnipresente de todo. Entré sabiendo a qué pieza dirigirme. Afuera: el Día, dentro de Noche; irónicamente abandonada a ecos de silencio. Entré a la pieza que estaba más oscura, oscuridad sólo posible de día. Había allí sólo una cama, simple, en absoluto cómoda y un bulto tapado con una única frazada, sin sábanas ni almohadas.

Quise despertarlo, dar fin a toda la terrible no presencia. Destapé el bulto y una forma emergió despertando, me miró, me saludó. Absorto, al fijarme que era la extraña criatura conocida por el nombre de Pato, quién dormía allí. Se refregó los ojos, nos dirigimos hacia afuera de la casa, hasta la puerta donde por fin las miles de preguntas que tenía se articulaban al lenguaje. Pero él, adivinando la única y más trascendental de todas, con la mirada hacia el cielo y al sol que no existía ni que nunca se pondría, en este lugar  de noches internas y de silencio que emana de todo cuando todo se convierte en una gran y enorme nada, simplemente (y aunque inexplicamente) me dijo: “Sí weón, estoy muerto. Este, es mi cementerio”.






Sobre los sueños


Despierto de pronto en una cafetería con la traquilidad de haber pestañado. Estoy sentado y fumando un cigarro que no recuerdo haber prendido. Muevo mi lengua por dentro de mi boca y presionando el paladar con ella noto el sabor pegajoso de la nicotina, de hecho, me doy cuenta de que aún no he exalado el humo. Asi que tranquilamente fumo.

Llega alguien y me sirve una taza de chocolate caliente, no me sorprendo mucho, ya que es algo que probablemente hubira pedido. Asi que tranquilamente miro alrededor mío y todo se ve lógico, y de alguna manera a favor mío.

Estoy en una cafetería, sirviéndome un chocolate caliente, luego de haber fumado. Estoy en un lugar en que estas cosas suelen ocurrir, de hecho, hay otras personas haciendo cosas parecidas a las que hago yo, sin embargo, estoy seguro de que ninguno de ellos está tratando de comprobar la realidad de la misma manera como yo lo estoy haciendo, porque no observo a nadie que se esté despertando como yo lo estoy haciendo.

viernes, febrero 27, 2009

La Llave



(…, y en una ocasión le trasladó a una región del espacio donde no existen las formas, pero los gases incandescentes estudian los secretos de la existencia. Y un gas de violeta le dijo que esta parte del espacio estaba al exterior de lo que él llamaba infinito).

H.P Lovecraft


Hay momentos, cuando veo al cielo por la noche, en que miro hacia lo infinitivo y creo percibir los latidos de una presencia silenciosa y expectante. Quizás no sea nada más que el reflejo de nuestro inconsciente arrojado hacia el espacio que a su vez nos mira devuelta. Pero cuando te encuentras en un planeta completamente deshabitado hay sólo un inconsciente proyectándose mirándote de vuelta, no oyes las voces colectivas de toda esa tibia humanidad yendo hacia el abismo contigo. Extrañamente se siente como si pudieras nadar tranquilamente en un mar sin turbulencias; tranquilamente absorbido en tu propio Leviatán, como si pudieras simplemente dejarte flotar… éste es uno de esos momentos; y así, al dejarme llevar descubrí la puerta que da hacia mi exterior interno.

Día 1

Atónito, contemplo en mi alrededor la cima de una montaña que alguna vez, durante la transición que convirtió a este planeta en lo que es hoy, (una tierra graciosamente abandonada de gente innecesaria, poblada sólo por unos pocos afortunados), estuvo completamente sumergida en el mar. Me encuentro con la criatura llamada Marci, gran conocedor de temas oscuros, dueño de una envidiable biblioteca recopilada por años de ocio y terribles deseos por descifrar cuanto misterio se le pusiera por delante. Empresa a la cual mi espíritu también se siente terriblemente atraído, y aunque nuestros caminos se separen continuamente, parece que siempre terminan (cuando no inician) en un mismo lugar.

Rara vez ocurre un encuentro voluntario entre los habitantes del Planeta Cielo. Pero cuando esta criatura me aseguró haber encontrado ciertos portales hacia otras dimensiones ocultas en nuestra mente que eran de vital importancia conocer, no pude más que propiciar tal maravilloso encuentro. Estos portales, según me relató la criatura, habrían de estar custodiados por unos seres a los que prefiero no referirme (además no creo que pueda hacerlo con propiedad, ya que una parte de ellos es tiempo y otra muy diferente es espacio), baste con decir que eran los custodios de la llave maestra que podrían abrirnos la cabeza (en un sentido no tan figurado). Advirtióme que la llave sólo es utilizable una vez. Me habló también sobre viajes fantásticos a otras dimensiones, donde las leyes humanas ceden y caen por propio deseo para ser configuradas de manera diferente por sentidos maleables que suelen dormir en nuestra más lúcida consciencia. Mientras me contaba todo esto recordé por un instante a Crawford Tillinghast, y su fatídico destino; que excitado, pedante, y con voz aguda le espetó la historia a su amigo de lo que estaba a punto de descubrir (‘¿Qué sabemos nosotros –había dicho- del mundo y del universo que nos rodea?...’) No me fue necesario más. Partimos.

Como decía, estamos en la cima de una montaña y la noche está iluminada por la luz clara y antigua de una luna completamente llena. No hace frío, aunque presentía que la temperatura iría disminuyendo pasadas las horas. Llevamos todo lo necesario; agua, algo de comida, ropa, herramientas, mapas, libros, música y sobre todo: muchas preguntas… Hacía esta pequeña revisión de nuestras herramientas y provisiones cuando me dí cuenta de que ya habíamos llegado al lugar indicado. Un largo bosque oscuro limitaba nuestra vista, pero los árboles nos cobijarían de una posible noche fría. La criatura parecía haber estado de acuerdo con esta reflexión de tal forma que, (luego), comprendí porqué esperaba sentado en un montículo de piedras a que terminara de hacerme estas primeras reflexiones, y desde ahí empezar a hacernos las preguntas que sí importaban…

Así comenzamos a resolver el misterio. Y ahora qué (?).

¿Cómo sabríamos con total certeza de si estábamos o no en el lugar indicado?, ¿Cómo identificaríamos el portal y a sus custodios?, ¿Cómo se viaja a través de uno?, ¿Y si morimos?, ¡No!, peor aún, ¿y si sobrevivimos?! Este primer temor contribuyó a darme cuenta de mi completa falta de interés por responder a estas preguntas, y que la causa de mi inicial confusión parecía brotar del entorno; de los árboles y de las rocas; de algo que nos atraía más allá del bosque; fuera del cobijo de los árboles creíamos distinguir una planicie completamente abierta a los ojos de la luna, algo que pudiera parecerse a una meseta. No había duda. Ese era el lugar. Pero cuando fuí a comunicarle esto a la criatura que me acompañaba, (ahora), él ya estaba sentado encima de unas apachitas mirándome con expresión sarcástia como diciendo; terminaste (?)

De acuerdo a nuestro material recopilado, ésa debía ser la meseta de la Luna. Al menos yo así lo creía.

La criatura parecía no estar por completo de acuerdo conmigo, ya que si bien admitía que estábamos muy cerca del lugar, no creía que necesariamente ésa fuera la meseta que nosotros buscábamos, y que no sólo él opinaba esto sino que se sumaban a su argumento todas las descripciones de otros investigadores que creyeron encontrarla antes de igual forma, mas sólo resultó en espejismo y desilusión.

Tardaría mucho más de lo que me he propuesto, escribir la discusión completa que tuvo lugar en ése momento con la criatura llamada Marci, además, no creo que pudiera expresarla de manera íntegra aunque quisiera, ya que el tipo de discusión que tuvimos en ese lugar tan próximo a la insana meseta, rodeado de locura y de seres que, si bien no podíamos ser totalmente conscientes de su existencia nos sentíamos rodeados de, no una, sino varias presencias ululantes alrededor de nosotros; la discusión, decía, resulta completamente absurda. No es que diga que el razonamiento de la criatura me parezca absurdo, no, en absoluto. Solo que desconfiaba un poco que su argumento se basara más en palabras muertas que en la viva percepción del lugar; el instrumento que era yo, me decía que ése era el lugar por dudoso o absurdo que pudiera parecer. Él por otro lado, desconfiaba de mis percepciones, por el mismo hecho de verme alterado en un lugar tan insano, en cambio su razón, decía, no había sufrido alteración por nada ni nadie más que él mismo, así que, concluía, como no puedo contradecirme, debo estar necesariamente en lo cierto.
El problema no se resolvía si llegábamos a acuerdo sobre si era o no el lugar, el problema era que la llave era utilizable una sola vez fuera o no el lugar; y si no lo era no tendríamos otra oportunidad, pero si lo era…

Así que luego de una acalorada discusión; en que la criatura se sostenía en sus largos estudios en la materia, y yo me dejaba influenciar por mi intuición, fuimos poco a poco dándonos cuenta de que jugaban con nosotros. Nuestras propias ideas y pasiones, nuestro propio yo era quien no nos permitía pensar libremente; y es que claro, el yo le teme a la disolución.

En ése momento, hubo un silencio. Un confortable silencio. Como si la amenaza externa hubiera cedido ante nuestro firme deseo de continuar liberados de razonamiento. Entonces, la criatura extrajo de un pequeño bolso de cuero metálico (es la única forma en que puedo describirlo) que jamás le había visto, y eso que he visto gran parte de sus colecciones; “esto –me dijo-, es el infame objeto del que alguna vez te hablé, el que muchos lo creyeron perdido, la evidencia física de que todo lo que estamos a punto de hacer es real. Esta es la Llave”. Extrajo del envoltorio metálico un esfera perfectamente redonda esculpida con unos relieves visibles pero que escapaban al tacto, brillaba con una verde efervescencia que oscurecía todo a su alrededor. ¡Qué criatura más asombrosa era ésta!, no sólo te permite que le acompañes donde las verdades aguardan, también es capaz de confiarte, sin decirlo, aquellos temores que antes le impidieron llegar por sí mismo a este punto de la historia, pensé.

Ahora el problema era el siguiente. ¡¿Cómo diablos haríamos funcionar la Llave?! ¡¿Cómo demonios se supone que se activa?! La criatura no lo sabía. Dijo que como era un articulo perdido y que supuestamente no existía, seguramente las instrucciones nunca existieron tampoco, y lo más probable era que quién fuera antes el custodio de tan raro artefacto se descuidara de él al no tener la más mínima idea de cómo hacerlo funcionar, lo que pudo provocar la desaparición del artículo. Aún me duelen las costillas de tanto reírme ésa noche de lo cómico que resultaba ese momento. Y ahora que lo pienso, esa total falta de seriedad en un momento tan importante sirvió de algún modo para limar cualquier aspereza que pudiera quedarnos, tras lo cual fuimos capaces de decidir rápidamente cuales serían nuestros próximos movimientos.

Evaluamos el entorno, cotejamos nuevamente nuestros mapas, y revisamos nuestras provisiones. Todo parecía encontrarse en orden, pero no todo se sentía así. El lugar; las piedras, la montaña, la luna, el viento, el bosque, y nosotros; comenzaban a tener consistencia física en nuestros sentidos (o una forma de sentido mejor dicho), era como si nos tocaran el hombro, como si algo estuviera tratando de llamar nuestra atención, pero que desaparecía cada vez que nos volteábamos. ¿Cómo resolver un enigma que su propia respuesta es la pregunta?, es como intentar ver un rosotro por la espalda.  Antes de ponernos nuevamente a discutir sobre el asunto, decidimos que lo mejor era meditarlo cada uno en soledad por un rato (unos tres cuartos de rato para ser exactos). La criatura tomó la esfera, la envolvió, y se la llevó consigo a caminar por los alrededores del campamento que habíamos levantando. Yo preferí quedarme ahí mismo donde estaba, ya que tenía la extraña sensación de que si me movía agitaría el flujo de cavilaciones que tenía en la cabeza, como en un vaso lleno de agua, y era menester mantenerlo en perfecta osmosis con el aire que me rodeaba (me pareció tan absurdo, que me pareció lo correcto).

Como dije, (creo haberlo dicho), largo rato transcurrió sin respuesta. Los ruidos y en fin, la naturaleza misma que me rodeaba, no me dejaba pensar con claridad, me desconcentraba, como si trataran que no pensara, de hipnotizarme, de cautivarme con sus colores que empezaban a trasformarse en materia, de confundirme con sombras danzantes… un momento, ¡pero si mi entorno se trasforma! –grité-. Miré hacia el cielo, hacia la Luna, y lo vi. Detrás de Luna llena, jugaban, alegremente, otras lunas iguales que aparecían y desaparecían detrás de la primera, y que cuando notaron que las miraba, se convirtieron en fuegos azules que rodearon a la pálida Luna y se estiraban hacia fuera de ella, como un corazón palpitando hacia el negro espacio, cobrando más fuerza cada vez que le sonreía; le sonreía porque fue una de las cosas más hermosas que jamás había visto.

" Beatiful senses are gone
Canary in a gilged cage
Singing "*

Comprendí inmediatamente el enigma, supe porqué no entendíamos nada, y supe entonces cómo resolverlo. Grité eufórico llamando a la criatura rogando por que él también lo hubiera visto, y rogando también a que en ésa caminata él mismo no se hubiera convertido en una Mantis e intentara comerme, o se pusiera a poner huevecillos... Pero, para mi tranquilidad, la criatura venía corriendo (en su forma humana tal cual lo recordaba), alzando los brazos y con una cara rebosante de alegría. Él también había sido testigo.

La respuesta al enigma era que no había respuesta. El enigma sólo nos alejaba de la real respuesta, el miedo que sentimos antes trató de avisarnos de ello, las formas de la naturaleza también lo decían, pero nuestra comprensión del mundo es el enemigo que no permite verlo, es decir, el hecho de verlo nos hace equivocarnos. El conocimiento no nos viene envuelto en regalo para delicia nuestra. Había que despojarnos de nuestro ser, entrar en comunión con aquello que no somos y que al mismo tiempo no podemos dejar de ser; la existencia, en las cosas y en nosotros mismos, es cuestionable y debemos ponerla en duda.

Para cuando logramos aclarar lo anterior estábamos ya muy cansados para continuar y decidimos dormir; emprenderíamos un nuevo viaje al otro día. Esta vez viajaríamos liviano, nos despojaríamos de nuestros mapas, de nuestra civilización, de nuestra envoltura yoica. Iríamos con lo pequeño que somos, nada menos.

Antes de dormir, recordé a aquel investigador que, buscando la ciudad sin nombre, perdida en el terrible desierto por el que se dice que volvió el loco árabe, durmió en las afueras de la ciudad por miedo a entrar en ella de noche. Y me dormí.

Ésa noche tuve un sueño. Soñé que andaba en una montaña muy alta, cazando criaturas exóticas con mi cámara; una de la criaturas que trataba de capturar era la Luna que se me escondía, que jugaba conmigo, y no me permitía fotografiarla. Luego, atravieso largos kilómetros de tierra como si una voz fuera capaz de trasportar mi cuerpo por largas distancias. Era un grito, un gritó de horror y auxilio, aunque lo que me asustó no fue eso sino ver de quién provenían los gritos; de la criatura llamada Marci. Me gritaba que le ayudara, que un monstruo vendría por él, que él pagaría, que él moriría de forma terrible si no le ayudaba. El espanto se apoderó de mi, al ver que una persona tan elevada y racional, se me presentara reducida de ésa manera; con sus ojos abiertos de ésa forma, con ése sudor frío con el que sus manos tomaban las mías, al ver la súplica… Miré en todas direcciones pero no vi nada, ningún monstruo que viniera tras él. Cuando volví la mirada, la criatura estaba en silencio. Sus ojos volvieron en su órbita, y se le veía algo aturdido; la enajenación se había retirado. Me dijo que un monstruo, no el suyo, se había apoderado de él para horror mio.


* A Song for the Deaf, Queens of the Stone Age.