jueves, diciembre 18, 2008

Puta a las 4

Y así sucedió que mientras escuchaba ruidos nocturnos al rededor de las 4:00 am con los ojos cerrados engañándome a mí mismo creyéndome dormir algún sueño, tenía toda mi atención audible puesta en la camioneta que sonaba a como si viniera un niño de 6 años manejando en ella arrancando de algún monstruo gigante absurdo e invisible que suele aparecerse o cuando tenemos fiebre o en un muy mal viaje o cuando nos da por leernos Lovecraft, me dije: ‘Esa camioneta la próxima vez que acelere o le explota el motor por acelerar tan weonamente fuerte o sale hecha una goma como a 100 km/h en primera matando y destruyendo desenfrenadamente cualquier tipo vida que a esta hora pudiera pasarle por adelante en este pequeño y aburrido condominio’.

Casi salto de alegría al pensar que tan magnífico acontecimiento podría estar a punto de suceder ¡ahí mismo afuera de mi ventana y yo sería testigo de todo! De no ser porque me dije: ‘Esas cosas no podrían ocurrirme a mí, al menos no de esa forma ni menos, claro, en ese orden’. Así que me acurruqué en la cama un poco más (ya mi engaño era perfecto porque con esto incluía a esos movimientos nocturnos, un tanto involuntarios y azarosos, de manera natural) y me dispuse a escuchar lo que sería una vuelta de todo lo que sonaba ahí afuera, tan caótico único y hermosamente irrepetible, a una normalidad anónima inmutable y horriblemente frecuente de lo que son las noches comunes y corrientes en este pedacito del mundo en que es imposible que ocurra nada.

Pero cuando escucho que la camioneta en vez de detenerse, o por lo menos moverse civilizadamente, acelera a todo lo que da el motor quemando gaucho de neumáticos traseros en frenética huída, lo que me parecieron cientos de segundos antes de estrellarse con algún objeto duro grande e inmóvil, por el estruendoso y seco sonido que provenía del impacto, abro completamente los ojos y salto de mi cama a la ventana eufórico de alegría riendo a más no poder y decidido a tartamudear un: No!!. Hasta verlo todo con mis benditos ojos y llevar a la realidad la epifanía que se proyectaba en mi cine mental.

La camioneta había embestido brutalmente a un árbol montándolo obscenamente como un animal salvaje en celo, todo ahí él posando irónicamente riéndose de todo lo que tiene por nombre normal y tranquilo. Era increíble. No sé que me daba más risa, si la foto misma de la camioneta con humo saliéndole del motor o el imaginarme del tipo que fuera su dueño, un rato después, mirando su camioneta y pensando: ‘Ahora cómo chucha la bajo‘.

Cuando ya me disponía a aplaudir, y a regocijarme de por lo menos dos horas de esa risa abdominal tan placentera y dolorosa, veo que sale de lo que quedaba de vehículo una mina con cartera dándose tumbos. Noto que no le había pasado nada, y que pareciera estar buscando o sacando algo de su cartera. Extrae algo muy pequeño que no alcanzo a distingir, y desde un par de metros apunta con su mano derecha al vehículo y ¡activa la alarma de la camioneta!. Entonces aplaudo.

Pasadas las horas, pero no mi dolor abdominal, supe que la mina que conducía la camioneta era una prostituta borracha que trataba de robarse la camioneta de un cliente del condominio al que habría administrado algún somnífero, al menos eso fue lo mejor que pudo inventarle a la que sería su futura ex señora el dueño de la camioneta cuando ella llegó de unas vacaciones post-fin-terapia-de-parejas-de-casi-dos-años a su casa.