Un día, fuera de los lindes del Planeta Cielo, el universo parecía normal, como si todo siguiera igual, sin poder entenderse; los planetas giraban como se supone que deben ir haciéndolo, las galaxias también, el abismo etc... la Tierra por ejemplo, se transponía tranquilamente sobre su eje con movimiento tal, que daba la impresión de como si se llevara frazadas invisibles a un inmaterial cuello y se girara para disponerse a dormir de lado, llevándo la noche a algunos lugares y el día a otros. Sólo en un pequeño lugar de la Tierra... llovía. Era un día martes, sin hora ni fecha específica.
Estamos en un starbuck. Tiene dos pisos; arriba hay algunos sillones y un par de sofás; unas cuantas mesas y sus sillas. En una de ellas están sentados Alexandra y Sergio -novios- cerca de la Sra. Delaila -viuda-, sentada incómodamente; de piernas cruzadas, cargando una nalga sobre la otra, codo sobre un muslo, café en mano, en estos sillones modernos, como ella misma entonaba despectivamente para sus adentros, mientras encendía el que sería su último cigarro.
Abajo; está la caja, el mostrador, y claro, la vitrina exhibiendo muffins, tartas y un queque de arándano con pintitas que parecen moho como si se viniera pudriendo desde hace días. En la caja está Jenifer comiendose las uñas en su tercera semana de embarazo psicológico. En el mostrador vemos a José, cargando un shot de caramelo a un latte, en el que será su último día de trabajo. Vemos también, barriendo para variar, al siempre diligente, servicial y ya por tercer mes consecutivo empleado del mes, Tomás. Enfrente hay una mesita con varios frascos con polvos de diferentes colores....
En una de las mesas que están afuera hay un tipo sentado, completamente arrebatado del mundo por un libro que le prestaron hace algún tiempo -más del que su dueño solía tolerar, otra vez-, y del que sólo después de llegar a algún punto muerto entre puntos y comas, tomar un profundo respiro y cerrar lo ojos por unos segundos, lograba apenas desprenderse del libro. Era como si despertara con caña; cagao de sed, mareado, presión baja y la cabeza a punto de explotar. Miró a su alrededor y el mundo poco a poco tomaba nitidez a medida que sus sentidos, algo aturdidos, volvían hacia el exterior. Vio siluetas de personas que conversaban, reían, compraban café, aseaban, caminaban, esperaban... todas sombras ululantes. Se vio a sí mismo en el café y le dieron unas ganas increibles de tomar uno para componer su caña, se dijo: "Que suerte estar justo ahora en un café". Fue e hizo la fila. Aunque poco sabía él que lo que llamaba suerte luego transmutaría en maldición y en la razón de posteriores noches de insomnio.
En la fila, hay una pareja de ancianos a quienes nadie hecha de menos -nadie excepto su nieta...- que vienen llegando de unas vacaciones en el extranjero, riendo a carjadas porque acaban de intuir que la más pequeña de sus hijas, Ariel, estaba por fin embarazada -...Rocío, de tres meses en el vientre de su hija-. Tomás, el empleado del mes, repartía cafés para luego ponerse a trapear el suelo como siempre hiciera, solo que hoy aquella mecánica tarea lo llevaría a sufrir un accidente hacia el final de esta historia; y, aunque nada grave -sólo una esquince-, producto del mal cuidado de la lesión en su tobillo, más el hábito durante años de ir ejerciendo peso sobre el tobillo afectado, quedará cojo de una pierna, razón que le impidiera presionar fuertemente el freno de su automóvil -muchos años después del final de esta historia-, y evitar el trágico accidente que costara la vida a David -que también hoy se econtrara en el mismo café, quien, con 12 años salió por primera vez a caminar solo sin avisar ni pedir permiso a nadie, y quien, con el tiempo, se dedicaría a salir a caminar para encontrar lugares especiales y llamarlos raros. Una vez por ejemplo, mientras caminaba, con 25 años, descubrió el lugar exacto donde moriría. Exaltado y sin saber que hacer miró la hora (2:00 am), gesto que desvió su atención haciéndole olvidar que estaba en medio de una calle, oscura, húmeda y resbalosa, donde no pudo ver el vehículo que venía por su izquierda ni tampoco notar que en él conducía Tomás, que como sabemos, quedó con un defecto en su pié (defecto, del que incluso David hiciera un comentario un día martes en que llueve después, de haberse comprado un chocolate caliente), muriendo exactamente a las 2:01 am-.
Estamos en un starbuck. Tiene dos pisos; arriba hay algunos sillones y un par de sofás; unas cuantas mesas y sus sillas. En una de ellas están sentados Alexandra y Sergio -novios- cerca de la Sra. Delaila -viuda-, sentada incómodamente; de piernas cruzadas, cargando una nalga sobre la otra, codo sobre un muslo, café en mano, en estos sillones modernos, como ella misma entonaba despectivamente para sus adentros, mientras encendía el que sería su último cigarro.
Abajo; está la caja, el mostrador, y claro, la vitrina exhibiendo muffins, tartas y un queque de arándano con pintitas que parecen moho como si se viniera pudriendo desde hace días. En la caja está Jenifer comiendose las uñas en su tercera semana de embarazo psicológico. En el mostrador vemos a José, cargando un shot de caramelo a un latte, en el que será su último día de trabajo. Vemos también, barriendo para variar, al siempre diligente, servicial y ya por tercer mes consecutivo empleado del mes, Tomás. Enfrente hay una mesita con varios frascos con polvos de diferentes colores....
En una de las mesas que están afuera hay un tipo sentado, completamente arrebatado del mundo por un libro que le prestaron hace algún tiempo -más del que su dueño solía tolerar, otra vez-, y del que sólo después de llegar a algún punto muerto entre puntos y comas, tomar un profundo respiro y cerrar lo ojos por unos segundos, lograba apenas desprenderse del libro. Era como si despertara con caña; cagao de sed, mareado, presión baja y la cabeza a punto de explotar. Miró a su alrededor y el mundo poco a poco tomaba nitidez a medida que sus sentidos, algo aturdidos, volvían hacia el exterior. Vio siluetas de personas que conversaban, reían, compraban café, aseaban, caminaban, esperaban... todas sombras ululantes. Se vio a sí mismo en el café y le dieron unas ganas increibles de tomar uno para componer su caña, se dijo: "Que suerte estar justo ahora en un café". Fue e hizo la fila. Aunque poco sabía él que lo que llamaba suerte luego transmutaría en maldición y en la razón de posteriores noches de insomnio.
En la fila, hay una pareja de ancianos a quienes nadie hecha de menos -nadie excepto su nieta...- que vienen llegando de unas vacaciones en el extranjero, riendo a carjadas porque acaban de intuir que la más pequeña de sus hijas, Ariel, estaba por fin embarazada -...Rocío, de tres meses en el vientre de su hija-. Tomás, el empleado del mes, repartía cafés para luego ponerse a trapear el suelo como siempre hiciera, solo que hoy aquella mecánica tarea lo llevaría a sufrir un accidente hacia el final de esta historia; y, aunque nada grave -sólo una esquince-, producto del mal cuidado de la lesión en su tobillo, más el hábito durante años de ir ejerciendo peso sobre el tobillo afectado, quedará cojo de una pierna, razón que le impidiera presionar fuertemente el freno de su automóvil -muchos años después del final de esta historia-, y evitar el trágico accidente que costara la vida a David -que también hoy se econtrara en el mismo café, quien, con 12 años salió por primera vez a caminar solo sin avisar ni pedir permiso a nadie, y quien, con el tiempo, se dedicaría a salir a caminar para encontrar lugares especiales y llamarlos raros. Una vez por ejemplo, mientras caminaba, con 25 años, descubrió el lugar exacto donde moriría. Exaltado y sin saber que hacer miró la hora (2:00 am), gesto que desvió su atención haciéndole olvidar que estaba en medio de una calle, oscura, húmeda y resbalosa, donde no pudo ver el vehículo que venía por su izquierda ni tampoco notar que en él conducía Tomás, que como sabemos, quedó con un defecto en su pié (defecto, del que incluso David hiciera un comentario un día martes en que llueve después, de haberse comprado un chocolate caliente), muriendo exactamente a las 2:01 am-.