miércoles, noviembre 29, 2006

La Plaza (parte uno)


En una plaza no hay nada narrativo, creo que por eso escribo.


Deambula una paloma sin ser consciente de que en la misma plaza hay otra haciendo lo mismo; que no es consciente de que en la misma plaza hay otra haciendo lo mismo; que no es consciente de que en la misma plaza hay otra haciendo lo mismo...

En el centro de la plaza hay un busto que otorga el nombre a la plaza. Esta tiene el tamaño de casi una cuadra, con límtes de calles muy transitadas. Tiene un teléfono público y dos quioscos, uno a cada lado. Los árboles, 36 en total, nacen en jardineras de cemento, 1/5 de ellos nacen de tierra artficial. El pasto parece cualquier cosa menos pasto; unas un dormirtorio canino y de otras bestias (escolares, ebrios, etc); otras, escondites de narcóticos.
Transita mucha gente en la plaza, pero no se nota porque hay una entrada del metro.

Hay dos café´s y un pequeño restorant chino en los que nunca he visto entrar a nadie, o los veo ya sirviendose algo o ya pagando como si fueran extras de una película.
En las bancas, o lo que sirva para sentarse, hay personas de todo tipo, mas personas en fin; por ejemplo no falta la pareja que si no está pelando es porque recién llegaron; también está la señora que anda comprando con su o sus hijos pequeños y que mientras descansa deja jugar a su hijo a dar vueltas, muy parecido a las palomas; hay también un quinteto de niñas escolares entorno a ellas mismas y a un par de cigarros, comprados en el quisco de la misma plaza; y claro está el hombre que riega, el que limpia, y el que ensucia, y aquellos que juegan dama.
Y por supuesto está el tipo de poca apariencia y que da la impresión de que viviera en la plaza.

Arriba está el cielo con el sol en alguna parte, en medio el viento típico de la plaza, para mí siempre un placer. Por debajo el tránsito del metro y la emergencia de los hombres topo.

Pareciera que todo estuviese en moviento, pero luego de estar un rato inmóvil te das cuenta que lo único constantemente estático es la plaza (bueno además del busto), que permite el movimiento que vemos; la idea, que detiene la percepción y entiende, de la plaza que ahora me rodea y que se hace sentir en todos los demás que está aquí.

Pasa un ciego y un sordo, un heladero y personas de traje, un rufián y un villano, el galán y la dama y la puta, un estudiante, un niño, uno que bosteza y otro que escribe; y pareciera que todos disfrutaran de su plaza, esta plaza.